Ashok Thirumurthi, indocanadiense y viajero: “Yo he dado el salto por amor”

De paso por Tetuán: charlas con vecinos que van y vienen

En su casa, en Valdeacederas, la Sierra entra por la ventana que da al salón. Aún hay picos con nieve a lo lejos. Mi anfitrión es Ash –tristeza y esperanza en sánscrito–. Delicado y cercano, me convida a unas sorprendentes lentejas dulces. Su castellano es digno del año y medio que lleva por estos lares, no obstante, su cultura de viajero garantizó la fluidez durante la entrevista. Sé además que tiene dos grandes pasiones: la música y bailar.

¿Qué haces por Tetuán?
La verdad es que yo he dado el salto por amor. Encontré a mi pareja al otro lado del mundo y no me ha quedado más remedio que venir a vivir a España. Estoy muy contento. Nos encontramos en la ciudad de San Francisco y, más adelante, viajamos por Europa. Finalmente, me trasladé aquí para poder vivir juntos.

Tienes un origen mestizo, Ash...
Sí, soy canadiense y mis padres son de India, del sureste. Cinco años antes de que naciera se trasladaron a Canadá, desde Texas. Y hasta los 18 años viví en Halifax. Después, por la universidad, me fui a vivir cerca de Toronto, en la ciudad de Waterloo. Soy una persona viajera, es un poco raro, pero creo que no tengo país... Mi casa está entre India y Canadá.

Indio de India, una cultura milenaria.
Definida y creativa. Date cuenta de cómo sus danzas o las matemáticas se esparcieron por todo el mundo. Es muy interesante, y fíjate: ambas se esfuerzan en trazar caminos para escapar de la estructura hacia la profundidad y la espiritualidad de cada alma. La raíz es la tradición de la devoción, puedes verlo en las casas, en la gastronomía... La verdad es que la espiritualidad de los ashrams –monasterios religiosos– es accesible. Buscar lo que tienes dentro, sin necesitar nada de fuera... La devoción, la meditación en la vida cotidiana, es un elemento que llama mucho mi atención.


También la filosofía de India ha viajado mucho, por ejemplo el concepto de karma es conocido en muchos países. El karma... que no puedas elegir lo que va a pasar en tu vida, hace pensar que la vida es sólo como una película, una escena unida a millones de otras escenas.

Es cierto que esos aspectos aquí nos llaman mucho la atención. ¿Es una visión idealizada?
India ha cambiado mucho. Ahora la educación es súper central, pese a ello muchos niños y niñas tienen que trabajar desde muy pronto. También hay personas mayores que están muy solas, porque la población se ha desplazado por todo el mundo y por el propio país. Mírame a mí, mis padres en Florida, mis hijos viajando por todo el mundo... y yo aquí contigo. También es mucho más dura la vida, aunque la gente esté a tu lado para ayudarte.

Y, además, eres canadiense. ¿Qué nos puede sorprender si no hemos estado en ese país?

La verdad es que una diferencia es la densidad de población. Canadá es muy grande territorialmente, con muchas oportunidades para disfrutar de la naturaleza. Puedes estar una semana sin ver a nadie entre montañas.

¡Sólo de pensarlo me da frío!
Pues la verdad es que hace más frío aquí (risas), dejáis muchas veces la puerta medio abierta. Allí no: hay dos puertas. Otra cosa, con la ropa no puedes jugar en lo que respecta al frío.


Pero, en mi opinión, la diferencia con respecto a Estados Unidos o Canadá, es que allá llegó mucha gente migrante y eso ha permitido que muchas se reinventaran, esa creatividad es impresionante. También es extraño, porque a veces son vidas solitarias en ciudades grandes, sin la familia cerca o las amistades. Puedes perder el camino con facilidad, puede ser una vida vacía. La soledad, el aislamiento, pueden pesar cuando no tienes a la familia cerca.

¿A qué te dedicas profesionalmente?
Soy informático, he trabajado en muchos países. Por ejemplo, en Estados Unidos, Francia, Japón, Canadá... El mundo es bastante pequeño.

¿Qué hay del tiempo que estás viviendo por Tetuán?
Hasta ahora la cultura es lo que más me atrae. Son muchas cosas, por ejemplo hay mucho amor y respeto en España hacia la infancia. También la familia: tiene mucha importancia. En realidad, es que es lo más importante. Y a nivel social la gente es muy amable. En Madrid, no conozco mucho más, veo una puerta hacia América del Sur, puedo ir a un evento en Perú, Argentina o Chile, ¡y también hacia Europa! Es fantástico, porque en Tetuán hay gente de todos los países.

Desde tu perspectiva, ¿observas también dificultades?
La parte más dura en España es la incorporación al mundo del trabajo... porque los jóvenes, sus vidas, atraviesan un cambio en el que necesitas elegir. Esa transición necesaria es muy dura aquí. Sólo llevo viviendo un año y medio, pero he intuido una fuerte inclinación por seguir sueños y motivaciones personales, aunque suponga hacer apuestas arriesgadas... Por otro lado, las empresas, comparando con otros países como Canadá, no dan un trato equilibrado a las personas trabajadoras, es una diferencia notable.

¿Te está costando mucho adaptarte?
Mi vida allí era diferente. Tenía muchas amistades, aquí por el tema de la lengua no es tan rápido, es más sencillo si hay un interés común, como la música o el baile...
Es cierto que con los deportes sí, practicando senderismo he tenido esa oportunidad, aprovecho para practicar el castellano.


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