Carlos Soria, alpinista: “La vida no se acaba con la jubilación, ni a los 50 ni a los 70”

De paso por Tetuán: charlas con vecinos que van y vienen

Carlos es toda una referencia del alpinismo español y mundial. Ha escalado 13 montañas de más de 8.000 metros, después de cumplir los 60 años, y es la persona más veterana en la historia que ha ascendido con éxito al K2 (65 años). Broad Peak (68 años), Makalu (69 años), Gasherbrum I (70 años), Manaslu (71 años), Kanchenjunga (75 años) y Annapurna (77 años), son algunas de sus cimas recientes.
Se ha convertido en un modelo de referencia para reflexionar y conocer experiencias de éxito ligadas al deporte y a la motivación por llegar a lo más alto, sin importar la edad. Durante la entrevista observamos en su forma de moverse una estructura atlética diferenciada, extrema. De carácter amable, muy cordial, nos recibió en su casa familiar.
 
¿Qué te ha llevado por las cumbres más altas del mundo?
Desde muy niño me gustaba la naturaleza. Procuraba ir a sitios donde había ríos, fuera de las ciudades, lo mismo en Ávila durante los veranos, que aquí en Madrid. A los 14 años fui a La Pedriza y vi que era lo mío. Si la montaña fuera sólo subir a la cumbre casi no merecería la pena. Verdaderamente es conocer a sus gentes, sus animales, vivir allí con otras personas de otros países. Son muchas cosas las que te da la montaña: las marchas de aproximación, las marchas de irnos a entrenar... es conocer un poco el mundo. Yo cuando era un chaval no tenía ninguna posibilidad de conocer el mundo. ¿Quién le iba a haber dicho a aquel chaval de Las Ventas que iba a estar en montañas de todo el mundo, conocer la Antártida, Indonesia, África, Canadá, el Himalaya, Pakistán...?


¿Y por Tetuán?
En Tetuán por mi dentista. Tengo que ir, porque tuve un problema con una muela… La muela más cara del mundo, me tuve que ir en helicóptero de Katmandú desde el campo base y volver, eso o volverme a casa. 

Tu carrera está siendo larga y profusa. ¿Ha sido sencillo, Carlos?
Mi primera tienda de montaña era una lona de una camionetilla, para estar 15 días en La Pedriza. La primera vez que fui a Chamonix fuimos dos personas en una vespa de 125, tardamos tres días. La ilusión de ir vale más que lo que estás pasando. Esto es una afición, una ilusión; son muchas cosas, menos trabajo. He sido tapicero durante toda mi vida prácticamente y he procurado hacerlo bien. Pero a la montaña no lo llamo trabajo, yo estoy entrenando y haciendo lo que verdaderamente me apetece.

Has bajado más montañas de las que has subido. En el campo base la gente se fija en lo que hacéis.
Sí eso es cierto, por algo es. Tenemos fama de hacer las cosas bien. Hay mucha gente que se pone nerviosa, porque quiere subir a las cumbres cuando no está preparada o no es el momento. En general, hasta ahora no nos hemos equivocado, por ejemplo en el Kanchenjunga y el Annapurna, en la anterior ocasión, no fuimos por la cumbre y hubo un accidente gravísimo en ambas.

Parte de tu éxito es que estás haciendo lo que te gusta. ¿Cómo defines el éxito?
Es conseguir hacer las cosas que quieres hacer. Yo he tenido mi trabajo aparte, nunca he sido alpinista profesional, pero sí, mi pasión es la montaña y soy un afortunado, porque he conseguido hacer lo que me gusta mucho tiempo.

Eres consciente de que eres una persona que inspiras...
Sí, parece que sí. Soy un ejemplo de que la vida no se acaba con la jubilación, ni con cumplir 50 años ni 60, ni 70. No tengo más remedio que ser consciente de que estoy rompiendo barreras en el alpinismo por la edad. Yo disfruto saliendo en bicicleta por aquí, entrenar... No lo hago como una obligación, es lo que debo hacer para mantenerme en forma, además me apetece. Pienso que debes prepararte para hacer las cosas bien, eso merece la pena siempre. Si no eres tonto, y quieres hacer una cosa, te tienes que preparar para ello.
 
La edad no te ha impedido seguir alcanzando tus sueños. No es una actitud muy extendida.
Esas cosas que dice la gente: “Yo ya soy mayor” o “esto ya no es como antes”, ¿cómo va a ser como antes? Nada es como antes, es una cosa de lógica, no hay que pensar mucho. Hay que adaptarse como lo hacen las plantas, como se adapta todo. A la vida y al momento que vives, y disfrutarlo también. No vas a olvidar los recuerdos, porque son maravillosos, pero no recrearte continuamente en ellos. Es mejor tener proyectos y tener ganas de hacer cosas buenas. Pero que cada uno viva como quiera, qué le vamos a hacer. La vida siempre ha sido difícil. Yo nací terminada la guerra y he vivido la posguerra, eso ha sido realmente duro, he vivido en una casa muy humilde, he llevado muchos cubos de agua a mi casa. Aquí no te van a regalar nada nunca.
 
¿Qué has aprendido que puedas compartir con quien lea esta entrevista?
La vida es muy bonita, y lo que se aprende de niño no se olvida nunca. Mi primer oficio fue de encuadernador a los 11 años y hoy sería capaz de encuadernar otra vez. Ahora es el momento de aprender, hay mucha vida por delante y sobre todo tenemos que disfrutar de ella, porque es una maravilla.

Damián Arguch y Ramón Ferrer


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