Mercado de Maravillas, las ocho décadas del espacio más popular de Tetuán

Pese a inaugurarse en 1942, la historia de sus terrenos se remonta a mediados del XIX, cuando abrió la fábrica de papeles pintados cuyo nombre sigue vigente


A sus 80 años recién cumplidos, el Mercado de Maravillas carece de la antigüedad o el prestigio arquitectónico de edificios como el Cine Europa o los Titanic, pero pocos dudan de su posición como emblema de Tetuán, uno de los espacios más queridos por sus vecinos y el único polo de atracción de madrileños de fuera de nuestro distrito.

Este icono tetuanero afronta en estos momentos una fase decisiva para su futuro, tras el plan especial aprobado por el Ayuntamiento de Madrid, a propuesta de los comerciantes, que ampliará su superficie comercial con la construcción de una nueva planta para la que, de momento, no hay inquilino cierto.

El proyecto supone una “vida extra” para un referente del barrio cuya historia comenzó mucho antes de que nadie pensase en instalar un mercado de abastos en la incipiente barriada de Cuatro Caminos, y de la mano de un protagonista insospechado: corría el año 1856 cuando el empresario de origen francés Casimiro Mahou Bierhans –cuyos hijos fundarían tiempo después la cervecera predilecta de los madrileños–, levantó en aquella encrucijada de la Carretera de Francia una fábrica de papeles pintados que llamó Las Maravillas, y donde llegarían a trabajar hasta 300 operarios.

Esta aventura empresarial le duró poco al patriarca de los Mahou, que decidió vender la factoría a su socio. En 1889 la fábrica fue adquirida por los Hermanos de las Escuelas Cristianas para fundar un noviciado de advocación mariana que cosechó cierto arraigo entre la población, si bien la congregación decidió pronto trasladar su actividad a un pueblo Burgos, dejando el solar vacío y “patrocinando que este se convirtiera en colegio de secundaria”, explican en la propia web del Mercado.

Incendio y proyecto de Muguruza

Aquel Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas heredaría el nombre de la fábrica de papel de los Mahou –nombre que continúa hasta hoy–, y comenzaría a impartir sus clases en 1892. El 11 de mayo de 1931, durante el episodio conocido como la “quema de conventos” apenas un mes después de proclamada la República, el edificio es incendiado y destruido por una turba que también asalta el convento salesiano de Villaamil o la parroquia de Bellas Vistas.

Tras el incendio, el colegio se traslada a la calle de Joaquín Costa, mientras que en el solar gana enteros la construcción de un mercado, aprovechando su privilegiada ubicación, en un populoso barrio necesitado de una mayor actividad comercial y en una vía de continuo tránsito de vehículos y mercancías. Así, en 1933, el alcalde Pedro Rico encarga al reconocido arquitecto Pedro Muguruza Otaño el diseño de un mercado municipal que, por sus dimensiones, sería el mayor de la capital y también el más grande de Europa. Muguruza, ya por entonces autor del Palacio de la Prensa y del edificio Coliseum en la Gran Vía, concluye el proyecto en 1936, pero la Guerra Civil paraliza su construcción, que no comenzará hasta terminada la contienda.

Los trabajos se llevaron a cabo en dos fases, aunque al finalizar la primera ya se permitió la venta en el espacio actualmente destinado a parking, almacenes y zona de carga y descarga. En 1942 concluye la segunda, que deja el espacio prácticamente como hoy se conoce.

El diseño, según la Guía de Arquitectura de Madrid del COAM, ordena la superficie “en dos naves en forma de T y dos plantas de altura, con estructura metálica muy diáfana e iluminación cenital, dejando en su parte trasera una plaza de carga y dos bloques con 520 viviendas”. Esta forma de T tumbada sitúa en su brazo vertical el acceso principal desde Bravo Murillo, mientras su brazo horizontal, más largo, tiene frente a las calles de Palencia y Zarzalejo y a la plaza de la Condesa de Gavía, y conecta además con la calle de Hernani a través de un pasadizo.

La fachada, según la Guía, refleja un “ambiguo carácter racionalista”, más en consonancia con los trabajos llevados a cabo anteriormente por la Oficina Municipal durante la República, cuando fue diseñado; también destacan la estructura de cubierta en forma de dientes de sierra, así como la amplia marquesina en su acceso principal y una portada sin apenas decoración, otra característica infrecuente para la época y el estilo del arquitecto, que durante la posguerra fue nombrado director general de Arquitectura y realizó el Valle de los Caídos o el Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles.

Inauguración el mayor mercado de Madrid

El 28 de mayo de 1942, el barrio de Cuatro Caminos estrenaba su Mercado de Maravillas, el mismo día que, al otro lado de la capital, se abría también al público el Viaducto. Al corte de la cinta del del mercado “de más capacidad de Madrid y uno de los mejor instalados de Europa” acudieron el ministro de Gobernación, General Galarza, y el alcalde madrileño, Alberto Alcocer, junto a otras autoridades, entre ellas el propio Muguruza, autor del inmueble.

El ABC enumera aquella fecha las características del flamante recinto, cuya planta principal albergaba 313 cajones y 126 bancos para situado de vendedores, y 10 más en el piso bajo. Además, contaba con 565 puestos de pavimento y 17 tiendas para la venta de artículos de mercería y limpieza en la planta superior; seis cámaras frigoríficas, y 72 almacenes pequeños y 16 grandes para guardar los géneros que llegaban. Por otra parte, el proyecto también incluyó la construcción de varias calles particulares en las inmediaciones para facilitar el tránsito rodado.

Durante las siguientes décadas, el Maravillas ha llevado a cabo diversas obras generales, orientadas fundamentalmente a ampliar su superficie comercial a costa de, por ejemplo, eliminar varios montacargas de su acceso por Palencia. A partir de los 90, los trabajos se han centrado en el acondicionamiento y la restauración del edificio –incluido desde 2002 en el Catálogo de Edificios Protegidos, con un nivel 3 de protección, que obliga a preservar fachadas y elementos singulares–, con la incorporación de una escalera mecánica en su entrada principal, y en la adaptación a la normativa municipal sobre eliminación de barreras arquitectónicas, prevención de riesgos laborales y ahorro energético.

Unas mejoras estas obligadas, después de que en 2019 el Ayuntamiento advirtiese de los “problemas de seguridad” que, según los técnicos municipales, podría tener el inmueble. Las obras, sufragadas por el propio mercado y finalizadas recientemente, han servido para convencer a los propios comerciantes de la necesidad de “reinventar” el gran mercado tetuanero, con la creación de una nueva planta que incremente un 20 % su superficie comercial y cuyos inquilinos aún se desconocen, después de que hace unas semanas el gerente del Maravillas, José Miguel García Viejo, asegurara a Tetuán 30 días que la opción de un “gran operador” de alimentación se había descartado. En cualquier caso, de aprobarse definitivamente el proyecto, los trabajos no comenzarían hasta finales de año en el mejor de los casos.

Hoy, el Mercado de Maravillas alberga cerca de 220 puestos y, sin perder la esencia del comercio de toda la vida con la que lleva décadas atrayendo a sus pasillos a madrileños de varios distritos, es además un punto de encuentro obligado para la comunidad latinoamericana gracias a sus múltiples puestos especializados en productos típicos de Venezuela, Ecuador, Perú o Paraguay, entre otros. Es también un continuo plató televisivo para periodistas, que acuden casi a diario a pulsar la opinión vecinal sobre cualquier tema de actualidad, en especial sobre aquellos que tienen que ver con la cesta de la compra. Un Maravillas con muchas vidas, que comenzó pintando “papeles” y que, desde hace casi un siglo, se ha ganado el de protagonista del barrio.

Fotos antiguas: Martín Santos Yubero (ARCM).


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