EDITORIAL: Puerta a la Esperanza

El día que conocimos a Esperanza Aguirre, la por entonces presidenta del Senado vaticinó nuestro cierre. Era el año 2001, y acudía a visitar la enconada rehabilitación de La Ventilla, que no finalizaría hasta meses después. Cuando Pepe Jackson nos presentó como el periódico que más estaba informando sobre aquel caos urbanístico, Aguirre comentó, fiel a su estilo: “Así que cuando se acaben las obras, tendréis que cerrar por falta de temas”.


Han pasado 14 años, y no se puede decir que en Tetuán hayan faltado los temas. Incluso el caos se ha mantenido, sólo que desplazado unos metros hasta el paseo de la Dirección. Mejor le ha ido a la candidata popular, que desde 2003 fue ganando elecciones hasta el pasado 24 de mayo, en las que también obtuvo más votos que nadie, pero un número insuficiente para gobernar el Ayuntamiento. Quizá ahora, casi tres lustros después, pueda contribuir a que a “Tetuán 30 días” se le agoten los temas de denuncia, pero tendrá que ser desde la oposición.


Todas las encuestas auguraban que, 24 años después, el tiempo de las mayorías absolutas había acabado en la capital. Pocas, que Aguirre carecería de aliados suficientes con quien asegurar un pacto de legislatura. Pero así ha sido. Entre otros factores, la hábil campaña de Manuela Carmena ha conseguido que Ahora Madrid, una fuerza inédita en el mapa electoral, tenga la oportunidad de dar un giro a la izquierda al Consistorio, contando con el previsible apoyo del PSOE.


Ahora bien, Carmena vertebró su candidatura de unidad en la necesidad de “diálogo” y en “escuchar a la ciudadanía”. Convendría pues que la euforia de sus votantes no le alejase de considerar que esa voluntad de cambio ha sido pírrica. En primer lugar, porque, a pesar del magnífico resultado, sólo tres de cada 10 votantes eligieron su opción. En Tetuán, por ejemplo, el PP sacó más de ocho puntos a la lista de la ex jueza –pese a la incredulidad de algunos tuiteros o a quienes explican los resultados por el improbable peso de uno de estos barrios, curiosamente, el de menor número de votantes–. 


En segundo, porque si quiere gobernar Madrid habrá de contar necesariamente con una de las patas del denostado bipartidismo. Un PSOE al que, por otra parte, ha doblado en número de votos y concejales, y cuyos resultados –a pesar de la enternecedora voluntad de su candidato– revelan un rotundo fracaso como alternativa. El éxito de Ahora Madrid desluce también los seis concejales logrados por Ciudadanos, y se arrumban al sótano electoral UPyD, cuya labor de oposición durante estos cuatro años fue arrojada por la borda por errores internos; e Izquierda Unida, tras el vodevil representado en su Federación madrileña, en la que quizá haya sido su última participación electoral con sus siglas.


En definitiva, y si no hay cambios de última hora, las elecciones municipales del 24M habrán traído la higiénica y democrática costumbre de la alternancia, y la sede del Consistorio abrirá sus ventanas para la entrada de aires nuevos. Y eso será bueno, siempre que no acabemos cogiendo un resfriado.


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