Un grupo vecinal lucha por proteger los 200 edificios neomudéjares de Tetuán

Proponen defender este patrimonio como “memoria” del barrio


¿Cómo se podrían proteger esas históricas casas de ladrillo que van desapareciendo de las calles del distrito? Ese fue el planteamiento del Grupo de Defensa del Patrimonio de Tetuán, una aventura que nació de una conversación informal entre vecinos, a cuenta de “la pena que nos daba que edificios como el de Bravo Murillo, 315 se fueran perdiendo por la especulación y el paso del tiempo”, explica Tirso Ocaña, historiador, arqueólogo, vecino y miembro de este grupo, cuya primera idea fue organizar un mapeo vecinal para localizar los inmuebles de corte neomudéjar. Aquel acto desbordó las previsiones: participaron 50 vecinos, que recorrieron el barrio para etiquetar más de 340 inmuebles en un mapa colaborativo, que en los últimos seis meses ha habido que cribar y cartografiar, y que ha servido para cifrar en 200 los edificios de estilo neomudéjar existentes en Tetuán.

“Lo primero que nos saltó a la vista es que más de la mitad no tienen ningún tipo de protección, y que la mayoría de los que sí cuentan con ella poseen una protección ambiental, que apenas sirve, porque es una calificación discrecional, y lo pueden derribar si se considera que está en ruina o que el nuevo proyecto mantiene la esencia”, comenta Tirso.

Toda esa información convenientemente catalogada –cada inmueble cuenta con una ficha con su referencia catastral, su historia y una propuesta para su protección– ha cristalizado en un documento-propuesta que pretende elevar la protección de estos dos centenares de edificios, aprovechando que el Catálogo de Edificios Protegidos de la Comunidad de Madrid está en proceso de incorporar nuevos inmuebles. “Lo que pedimos es que se conserven fachadas, elementos decorativos, la estructura o la función, no que se mantengan las condiciones de vida de la vivienda, que obviamente deben adaptarse al siglo XXI”, advierte.

Para estos vecinos “se trata de aclarar por qué el neomudéjar, como estilo propiamente castizo, es importante en Madrid, y subrayamos el término ‘popular’, ya que el patrimonio de los que suelen ser olvidados ayuda a entender cómo se pasa de una ciudad casi medieval a una moderna, y cómo lo que fue extrarradio es ahora centro".

Extrarradios del siglo XIX

Los extrarradios obreros madrileños se formaron en un periodo muy corto del siglo XIX. En apenas 30 años, los descampados fueron dejando paso a las construcciones, todas con un estilo idéntico –casas de ladrillo–, lo que se conoce como neomudéjar, un estilo historicista, que evoca un pasado nacional glorioso, y que eran rápidas y baratas de hacer.

“Son edificios construidos por maestros ladrilleros para las clases populares y en barrios populares. Es una apropiación de aquel estilo por los propios obreros, sirve para explicar aquella época y, sin embargo, casi nada está protegido, no se tiene en cuenta”, comenta Tirso, que añade no obstante que “esas casas de ladrillo son algo que nos identifica, son nuestro patrimonio urbano, pero no solo son importantes en sí por su arquitectura: son además la forma física de la memoria de las personas, que es frágil, de lo que ha pasado, para que no se pierda. Se trata de proteger esa identidad, y el patrimonio es la herramienta”.

El tiempo, por tanto, corre en contra del neomudéjar. “Desde que comenzamos hace menos de un año ya se han perdido ocho o nueve casas. Pero si vas a los mapas anteriores en Google, de 2008 a ahora, puedes comprobar fácilmente que el 30 % de los edificios ya no están. En el caso de Bravo Murillo, 315, que cuenta con protección ambiental, conseguimos que echaran atrás un proyecto que acababa con la fachada, y de momento está paralizado”.

Este historiador hace también hincapié en los “ejemplos de conservación excepcional del barrio, que también existen y queremos poner en valor”, como son las viviendas de Avelino Montero Ríos o el eje de Topete, o reformas muy logradas, como la de Fernando Osorio o el edificio de dos plantas junto al Metro de Valdeacederas, sobre la antigua La Serrata.

Como divulgadores, y muy activos en redes sociales –en unos días difundirán a través de Twitter el documento de la propuesta para que pueda ser consultada–, están convencidos de la necesidad de lograr una repercusión social. “Hemos organizado ya varias charlas y visitas guiadas, hemos hecho talleres de memoria y estamos dispuestos a organizar rutas para quienes quieran. Estaríamos encantados de organizar una con la concejala del distrito”, lanza Tirso, que responde a los recelos de la Junta Municipal sobre la representatividad del grupo, señalando que este está coordinado por arquitectos, historiadores y otros profesionales, pese a contar con la inestimable ayuda de muchos vecinos: “No somos cuatro locos, pero que esto haya partido de un movimiento vecinal no le quita relevancia, sino que le da más”. 

Foto: Heinz-Günter Rudolf.


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