Casa Sotero se traslada, pero se lleva la historia de sus 87 años en Tetuán

Abrirá a primeros de julio en la calle José Castán Tobeñas, detrás del Triángulo de Oro


El 20 de junio Casa Sotero bajará por última vez la persiana de su histórica taberna en Bravo Murillo, después de 87 años subiéndola de forma casi ininterrumpida. Un cierre que se suma al de otros comercios históricos del gran eje comercial del barrio, pero que en este caso será sólo un hasta luego. En realidad, hasta muy pronto: lo que la familia Martín García tarde en ultimar las obras de su nuevo local, ubicado en José Castán Tobeñas –detrás del Triángulo de Oro–, a poco más de 300 metros del antiguo, donde espera seguir sirviendo todo lo que durante nueve décadas les ha dado reconocimiento en Tetuán.

“La pandemia ha sido la gota que ha colmado el vaso”, explica Miguel, la tercera generación de esta familia de orgullosos taberneros, y quien ha tomado la decisión de la mudanza. “El local se había quedado pequeño hace tiempo, pero con el covid el traslado era ya una necesidad. Si nos quedamos aquí Sotero se hubiera extinguido por muerte natural”. El nuevo destino, eso sí, debía cumplir dos requisitos: “El primero y fundamental era que estuviera en Tetuán, en esta zona, y que además tuviera una terraza amplia”, señala.

La propia pandemia, que les acabó de empujar de la que ha sido su “casa” –y la de tantos– desde 1934, fue en esta ocasión una aliada: “Con la crisis muchos locales se han quedado vacíos, y este nos gustó mucho, por su ubicación y porque además tuvimos un margen para poder optar por él”, añade Miguel, que dejará con algo de nostalgia “la Carretera” –como él, y los más castizos, llaman aún a Bravo Murillo– pero convencido de que desde el nuevo emplazamiento, con dos terrazas y un reservado en la planta alta, podrán atender mejor a su legión de parroquianos.

El abuelo Sotero García, fundador

La historia de esta casa de comidas parte de Sotero García, abuelo de Miguel. El hijo pequeño del herrero de La Cabrera vino a buscarse la vida en Madrid, donde fue chófer de taxis en el Ritz. Gracias a ello pudo reunir algo de dinero para montar una taberna en Caballero de Gracia, cerca de la Puerta del Sol. “Allí conoció a mi abuela, y se querían casar, así que se vinieron a Tetuán, por entonces una pedanía de Chamartín de la Rosa, pero ya emergente, y abrieron una taberna humilde con vivienda, en 1934”. A los dos años estallaría la Guerra Civil, en medio de la cual nacería Aurelia, madre de Miguel, y su tío. “Aquella fue una época tremenda, pero había que tirar p’alante”, explica.

Y así se hizo. La taberna permaneció abierta toda la Guerra, y en los difíciles años de la posguerra –en todo este tiempo Sotero sólo se ha visto obligada a cerrar en 2020, durante los meses del confinamiento–. Ya en los 60, su madre se casa con Dionisio Martín, que pertenecía a otra saga hostelera del barrio –trabajaba en La Serrata–, y entra en el negocio. “Hasta entonces éramos más una casa de comidas pero en unos años se monta ya la barra larga y comenzamos a ofrecer raciones, a hacer churros…”.

El negocio se va ajustando a las nuevas demandas, y en la década de los 80 el propio Miguel comienza a “echar una mano” mientras se saca el bachillerato: “Al final me engancho al negocio y dejo los estudios, porque vi que me gustaba más la taberna que la carrera”, reconoce. Su siguiente paso calcaría el de sus padres: se echa una novia que poco después formaría parte del equipo de la Casa.

Desde entonces, Miguel y Pilar no se han movido de detrás de la barra, y han ido actualizando el negocio “guardando siempre la raíz de la taberna, de dónde venimos, y que mantendremos en el nuevo local: nuestra forma de trabajar, el trato al público de siempre, que ahora se está perdiendo”, explica.

También la vocación en las nuevas generaciones, un factor imprescindible que ha llevado al cierre tras la jubilación de sus dueños a “clásicos” como Aurelio o la propia Serrata. “Si no amas la profesión es difícil seguir haciendo esto”, explica Miguel, que tiene dónde reflejarse: “Mis padres ya son muy mayores, pero hasta antes de la pandemia era frecuente verles por aquí, sentados en la puerta, y mi padre con 90 años está loco con el nuevo local. Si por él fuera se metía dentro a tirar cañas”.

Cocina de mercado, churros… y torreznos

A partir de primeros de julio, el “nuevo” Casa Sotero sumará la cocina de mercado a su oferta de siempre, es decir, los asiduos podrán seguir disfrutando de sus desayunos churreros, sus cañas y vermús y las típicas raciones, con mención especial para los torreznos, que introdujeron en la carta hace unos 30 años y que les suministra una fábrica familiar segoviana. “Empezaron a tener auge y se han convertido en un buque insignia, gracias más al torrezno que a nosotros, porque está muy bien elaborado y tiene una calidad que se nota”, concede.

Poco después de trasladarse a Tetuán, el local de su abuelo en Caballero de Gracia fue devastado por un obús de la Guerra, que hizo desaparecer todas las fincas de la manzana. Nueve décadas después, “Sotero” se muda para que otra bomba –esta vez vírica– no le alcance, y poder continuar, al menos, otros 90 años.


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1 comentarios

  1. Maria Sainz | 01/07/2021 12:42h. Avisar al moderador
    La Casa Sotero es también parte de mi historia vivida desde hace más de 47 años en Tetuán. Les agradezco a la familia que no se vayan del Distrito y solo cambien del barrio de Valdeacederas al barrio de enfrente, Castillejos. Así, podremos seguir disfrutando.    

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