Del portazgo a la piscina El Quijote de Madrid

En la Edad Media, que duró aproximadamente mil años, allá por los siglos XII- XIV, se establecieron una serie de tributos por toda Europa, que consistían en pagar impuestos o aranceles a los señores feudales al entrar en sus ciudades a través de un puente (pontazgo) o de una puerta de entrada a una ciudad (portazgo).

Es decir, allá por el año 1.300, me sitúo yo montando mi burrito y cruzando un puente o entrando por una de sus puertas a una ciudad. Al llegar al destino tendría que pagar el arancel, quizá alguna moneda, un poco de sal, la parte proporcional de alguna mercancía,… que hubiese impuesto el noble de la zona o incluso el rey. Y ya tendría acceso a la ciudad, o a cruzar el río a través del puente.

Setecientos veinticinco años más tarde, en pleno 2023, me resulta mucho más difícil acceder a la piscina municipal de El Quijote que me hubiese resultado pagar el portazgo, o en otros casos, el pontazgo, en el Medioevo.

En el año en curso, tengo una aplicación en el móvil que, mediante pago con mi tarjeta bancaria, puedo acceder a las piscinas municipales de Madrid. Por supuesto que bajo ningún concepto se podía al principio de esta temporada pagar la entrada a la piscina en metálico, siempre tenía que ser a través de la tarjeta bancaria.

En mi aplicación tenía pagada la entrada a la piscina municipal del mes de junio, incluidas las de mi mujer y mi nieto. Hasta aquí todo va bien, hasta que, al ir a renovar el pago del mes de julio, el sistema de pago se colapsa y me niegan el acceso, porque la norma no me deja pagar con mi tarjeta, tampoco me deja pagar en metálico, y no me da de baja en el sistema para darme la opción de volverme a inscribir.

Las dos empleadas de la taquilla de la piscina del Quijote, trabajadoras excepcionales, me ayudan a pasar el calvario de quince horas en sus taquillas, a lo largo de diferentes días, para tratar, después de haber pagado, de tener acceso a la piscina junto a mi familia.

Yo tengo una ocurrencia, que no un pensamiento cartesiano de René Descartes, y propongo que me den de baja de todo, me vuelven a dar de alta, pago con la tarjeta a través del datáfono y todo arreglado. ¿Qué ocurre? Sencillamente que el sistema tampoco me deja darme de baja. Y aquí estoy en el limbo, esperando que me solucionen el problema de poder acceder a la piscina.

Empleo la decisión que me propone María, una de las eficientes y amables empleadas: pagar en efectivo, lo hago, y me dan los recibos de haber pagado, y el sistema me dice que tengo que volver a pagar. Es decir, el sistema informático madrileño municipal de las piscinas, en el siglo XXI, en que dos astronautas paisanos míos, Sara García y Pablo Álvarez, se están preparando para ir al espacio e incluso a Marte, no me deja acceder al interior de las piscinas, no sólo a mí, sino a mi mujer y a mi nieto, después de haber abonado el importe en metálico.

Y aquí, en el siglo XXI, en la era de la Inteligencia Artificial, estoy esperando, después de casi siete días de calvario, quince horas de gestión en las taquillas de la piscina del Quijote, que me dejen acceder a su interior, simplemente porque ya he pagado el importe en metálico.

Y por favor, que cambien este sistema terrible. Echo de menos aquellos días de hace sesenta años, cuando sacabas tu entrada, pagabas y accedías a la piscina.

Se me ocurre otra solución: enviarle el importe, por un  cheque postal, al señor Alcalde de Madrid, D. José Luis Martínez-Almeida, para ver si él me lo puede solucionar.

Espero que me den pronta respuesta, en el año de Nuestro Señor de dos mil veinticuatro, setecientos y pico de años después de que habiendo pagado el paso de un puente (pontazgo) o de la puerta de una ciudad (portazgo) era más fácil entrar en una ciudad, pagando sus aranceles, que acceder a las piscinas municipales de Madrid, en el verano del año 2023.

Paco R. Fuertes
Escritor y Dramaturgo

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