Los vecinos de la calle de Oviedo llevan ya demasiados meses viviendo una situación tan insólita como molesta. Un día del pasado abril se despertaron con la calle cortada al tráfico por hasta ocho vallas, situadas hacia la mitad de la vía, mientras un precinto de los bomberos cruzaba uno de los portales junto al vallado, y una rampa facilitaba la entrada en el de al lado. La calle no presentaba ningún desperfecto aparente y no había más avisos ni señalizaciones.
Han pasado ya más de cinco meses desde aquel día, y los vecinos siguen sin recibir explicación alguna sobre qué está pasando en su calle. No parece, pese a las ocho vallas desplegadas, que el pavimento suponga ningún peligro, ni tampoco el árbol aledaño, por lo que suponen que el problema tenga que ver con el inmueble precintado. En este caso, lo que no se entiende es que el vallado se sitúe en la calzada pero se permita el paso peatonal frente a la fachada, o que haya transcurrido tanto tiempo –más de cinco meses– sin actuar sobre el presunto problema de inseguridad, y alertando de él con medios tan precarios.
A todo ello hay que sumar la suciedad que habitualmente se acumula en esta calle, una de las más antiguas de la barriada y, al parecer, fuera del radar la mínima atención municipal.
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