Las 500 mantas y mil historias de Carmen Marcos, nuestra lectora más longeva

Tiene 95 años y lleva 70 en Tetuán, donde ha hecho de todo


Nació el mismo año que Marilyn Monroe y la Duquesa de Alba, y no les va a la zaga en “arte” a ninguna de las dos. María del Carmen Marcos, Carmen, nos recibe en la salita de su casa en General Ramírez de Madrid, donde llegó junto con su marido hace siete décadas. Tiene 95 años de lucidez y simpatía –“en junio hago los 96”, puntualiza–, y lo primero que nos recuerda son las obras de teatro que su compañía de veteranas preparaba en el Centro de Mayores de La Remonta: “Hicimos muchas, tengo por ahí recortes del periódico, y una vez ganamos un segundo premio”.

Cuando no era teatro eran sevillanas, gimnasia, concursos de paella o cualquier fiesta, porque Carmen no ha parado desde que llegó a Tetuán, pese a que ahora le cuesta andar y solo salga de casa en silla de ruedas. Dentro se mueve en “el Ferrari”, un andador bautizado así por su marido, Gregorio –fallecido en 2015–, “de los primeros que salieron, y con el que antes iba a todos los sitios”.

“Vinimos desde Valladolid, primero a Vallecas y luego a esta casa, en 1962. Mi marido era maquinista del Talgo y estos bloques eran de la Renfe. Estuvimos de alquiler muchos años y luego ya nos las pasaron a propiedad”, cuenta. “Entonces casi todo esto era campo, había montañas de tierra alrededor y los chicos se subían a hacer sus guerras. Lo que sí estaba era el Colegio Víctor Pradera –el actual Instituto Jaime Vera–, donde me admitieron a mi hijo pequeño, pero aún no nos habían entregado la casa y pregunté si podía quedarse al comedor, porque yo tenía que trabajar para sacar dinero para el piso”, añade.

Carmen ha sido modista –empezó cosiendo batas para una tienda de uniformes sanitarios–, pero la costura ha sido para ella más que un trabajo: “Mi delirio es coser. Y aunque ya los ojos me fallan, si no coso, lo que sea, no estoy en mi ser. Si no tengo labor para los nietos, busco retales de telas que tenga por ahí, hago pantalones para el verano, pijamas, paños de cocina, cualquier cosa”.

O mantas. “He hecho mantas para todos. Llevo unas 500 e igual me quedo corta”. De todos los tamaños, con o sin adornos, Carmen va uniendo los cuadros de retales, les pone un forro “para que abriguen”, les pasa el remate y, para acabar, las personaliza con el nombre del propietario –en la suya pone “mía”–. Su mejor arma es una máquina que compró “nada más casarme” y a la que “no ha visto un mecánico. Si se atasca, yo la arreglo. Ayer mismo he cosido con ella y cose como una jabata. En cambio, otra que me compré hace 18 años lleva ya cuatro reparaciones, que con lo que me han costado me había comprado una nueva”, se queja.

De la corrala al Pleno de Tetuán

Carmen tuvo dos hijos y tiene cinco nietos y seis o siete bisnietos –“todos con mantas”–. De su llegada al barrio recuerda la seguridad de estas calles cercanas al Ministerio de Defensa, y sobre todo a los vecinos. “Lo pasábamos muy bien. Era una corrala donde los niños jugaban y en navidades armábamos la marimorena. De los 20 que éramos quedamos solo tres, y los nuevos no sé quiénes son”.

Tanto Carmen como Gregorio han estado muy vinculados a las actividades del distrito. Durante muchos años acudieron a los plenos y ayudaron en la organización de festejos como los primeros Días del Niño, la inauguración de La Remonta o del Centro Sociocultural de Tetuán. De la Junta Municipal recuerda a Marichi –María Antonia Suárez, concejala hasta 1995– y a Luis, a quien se dirigió tras sufrir una tremenda caída en la esquina de su calle, que se saldó con una pierna y un brazo escayolados y toda la cara amoratada. Fue hablar con el concejal y al poco tiempo la acera estaba arreglada.

En Carnavales se vestía de luto y repartía bocadillos y las sardinas que luego se enterraban; ha participado en un coro dirigido por su marido; ha jurado bandera –“porque me hacía ilusión”–; ha practicado deportes –en Villalba se llevó un premio a la ciclista más veterana–; también ha viajado por toda España, y hasta estuvo una vez en Rusia. “Mi marido muchas navidades no estaba, porque el tren no para, pero luego aprovechábamos mucho”, recuerda.

El broche a esta incesante actividad lo puso el matrimonio, cuando se apuntó a una agencia para hacer de extras en películas y anuncios, y allí que aparece la abuela Carmen, entre otros spots, en la célebre Bajarse al moro, compartiendo asiento en un autobús con Juan Echanove, que le enseña un ratón para disgusto de nuestra protagonista.

Hoy, además de con la costura, Carmen se entretiene leyendo. “Me gusta leer de todo y leo el periódico todos los días”. Es lectora habitual de Tetuán 30 días, “que a veces cojo en el Mercado de San Enrique, en el que compro de toda la vida” –cuando llegó al barrio ni siquiera se había inaugurado–. Dice que lo lee empezando por el final, así que ojalá le guste cómo comienza este mes. 

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