Adiós al edificio Sollube, una joya única en el corazón de Azca

La compañía propietaria del inmueble lleva a cabo una rehabilitación integral que borrará su tradicional aspecto


El Sollube no era el edificio más alto ni el más vistoso de Azca, pero era un gran edificio. Proyectado por el arquitecto José Luis Íñiguez de Onzoño (Bilbao, 1927), fue levantado en la segunda mitad de los 80 en el interior de la manzana financiera, a los pies de la Torre Picasso.

Un edificio “magnífico, que había envejecido estupendamente. Muy pocos de los 80 se han convertido en intemporales como lo era este”, señala Carlos J. Irisarri, doctor arquitecto, profesor de Deontología e Historia de la Arquitectura y uno de los expertos que ha alzado la voz por la “pérdida del patrimonio edificado de la ciudad”, que supone su “borrado” de la Plaza de Carlos Trías Bertrán.

Porque lo cierto es que, desde hace unas semanas, del Sollube solo queda el esqueleto, desaparecida su singular fachada de espejos verdosos para ser sustituida por un diseño más transparente y menos arriesgado, “de una vulgaridad terrible”, sostiene Irisarri: “Hay cientos de edificios como el que sustituirá al original”.

El pasado año, la socimi Merlín, propietaria del inmueble, inició una rehabilitación integral del edificio, que contempla la modificación de su aspecto exterior y un mejor aprovechamiento de los espacios interiores. Las obras forman parte del Plan Landmark, una inversión de 250 millones de euros con la que Merlín actualizará sus edificios en Madrid, Barcelona y Lisboa, entre los que se encuentran tanto Sollube como Castellana 83-85, también en Azca, y ya reformado.

El edificio Sollube fue durante años sede de la constructora Metrovacesa, y últimamente albergaba varios departamentos del Servicio Madrileño de Salud. El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) lo incluyó en su Guía Arquitectura de Madrid, en la que destaca su fachada, “realizada a modo de muro cortina basado en una malla modular”, y cuyo juego de planos entrantes y salientes ofrecía una “gran riqueza formal a la composición”, haciendo que la construcción “destaque en su entorno, pese a su comparativamente reducido volumen construido”. Por su parte, Irisarri recuerda esa fachada como “una maravilla, un despiece con aires bizantinos de una precisión y una elegancia insuperables, una joya única en Madrid”.

Este experto rompe además una lanza por Íñiguez de Onzoño, “un arquitecto admirado y respetado por la profesión, aunque no sea conocido de forma general”, y que colaboró asiduamente con otros grandes, como Vázquez de Castro, Fullaondo, Sáenz de Oiza, o con su propio hermano Félix, o su hijo Rafael. Con el primero trabajó en el polideportivo Magariños, el proyecto de Caño Roto –“la intervención más fotografiada en su época y un famoso ejemplo de vivienda social”– o en la implantación del Museo Reina Sofía. Además, “nadie tiene tanta obra en Azca: suyos son los edificios de oficinas Cadagua y Serantes, y el de vivienda en Orense 10, por ejemplo”, añade Irisarri.

¿Cómo será el nuevo Sollube? El estudio Fenwick Iribarren, ganador del concurso impulsado por Merlín, será el encargado de una transformación que pretende “potenciar el espacio central sobre el que se genera el edificio”. Este estudio de arquitectos, responsable de diseños como la quinta torre de La Castellana o de tres estadios del próximo Mundial de Fútbol de Catar, defendió en una nota el aspecto exterior futuro del Sollube, como el de “un edificio moderno y nítido, que entiende los problemas existentes del entorno y ofrece una solución global y elegante”.

Por su parte, Irisarri considera que, “aunque seguramente estará muy bien resuelto y será muy eficaz, hubiera sido deseable una cierta humildad e incorporar la arquitectura anterior a la renovación, integrando unas fachadas, volúmenes e imagen irrepetibles”. Además, se muestra sorprendido por una decisión de Merlín, que “desprecia el que era seguramente el edificio más singular de su cartera, un icono muy potente e imagen recurrente cada vez que se habla de la empresa propietaria”.

En una conversación para un libro académico, el propio Íñiguez de Onzoño reconocía que el Sollube era el proyecto del que más satisfecho se sentía: “Son edificios que resisten bien el paso del tiempo”, aseguraba, sin saber que el tiempo en este Madrid no siempre sirve de escudo ante las modas y la piqueta. 


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