El REVERSO: Romance de los currículos

Algunos políticos patrios tienen la fea costumbre de maquillarse la formación académica, no vayan a pensar los votantes que sus elites no han hecho otra cosa en la vida que esperar el carguito.

Lo mismo que esas señoras
de los shows televisivos
que en cuanto vense una arruga
se inyectan bótox por litros;
o como esa otra famosa,
algo pasada de kilos,
que aparece en las portadas
sin indicios celulíticos
después de que el Photoshop
le maquille el organismo;
igual, con su formación,
actúan nuestros políticos,
retocándose los máster
y adornándose el currículo,
sumando licenciaturas
y doctorados postizos
aunque no sepan hacer
ni la O con un barquillo.

No es raro, que en las Batuecas
ya desde aquel Lazarillo
somos dados al chanchullo,
a la añagaza y al timo
y como prohombres batuecos,
nuestros gestores políticos
hayan de ser los primeros
en dar ejemplo de vivos.
Así Moreno Bonilla,
pepero andaluz altivo,
ha sido hacerse famoso
y menguar grados y títulos
hasta casi el bachiller
que tanto costó a Pepiño.

Tan jóvenes los reclaman
en sus filas los partidos
que el jardín de infancia
algunos apenas tienen cumplido
y así estudiar es difícil
e incluso ejercer oficio
distinto del de adular
al jefe y hacer pasillo.
Cuando, al fin, el nombramiento
llégale al «quéhaydelomío»
toca adornar el relato
del impúber marmolillo
nomás que por darse lustre
y pasar por erudito
pese a no haber dado un palo,
ni haber nunca abierto un libro.

Mas si se adornan los jóvenes,
los veteranos, lo mismo,
como esa Pilar Rahola,
doctora de cuento chino,
o el rumboso Bernat Soria,
de la Sanidad ministro
que mezclaba en sus papeles
la ficción con lo científico,
otras dos muestras sangrantes
de esta nómina de pícaros,
unas lumbreras de rostro
ampliado y corregido.

Oshidori


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