“Acariciando” esculturas en el Tiflológico

Exposición de Emilio Sánchez

Emilio Sánchez, escultor de origen abulense, presenta esta colección de 15 piezas “vivas”, como las define él mismo. Porque si por algo se caracteriza “Acariciando”, la exposición que ya se puede visitar en el Museo Tiflológico, es por la sensación de movimiento. En palabras del propio artista: “Mi arte surgió del deporte. Fui cinturón negro de judo, y eso me enseñó que el éxito de cualquier cosa se basa en la repetición, la capacidad de superación y en saber que el fin no es vencer al adversario, sino a ti mismo. Para mí la escultura es una manera de vivir, sentir, transmitir... cada vez que termino una escultura siento un vacío muy profundo, porque en cada obra se va una parte de mí. Además, tuve un accidente que casi me deja ciego, así que me hago una idea de lo que supone perder un sentido tan importante. Por eso, me siento feliz de que personas con dicha disfunción puedan disfrutar de mi arte viéndolo con las manos”.


“Acariciando” rompe con la dinámica de las anteriores exposiciones temporales del museo, principalmente dedicadas al arte abstracto. Es figurativa, aunque eso no significa que se encuentre dentro de una corriente realista o naturalista. Emilio utiliza una interpretación muy personal, porque descubrió la manipulación de la madera en el taller de ebanistería de su padre. También es pintor y asegura estar influido por sus “paisanos” San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Precisamente, en una exposición anterior durante el V centenario de la Santa, fue donde le surgió la idea de “Acariciando”, gracias al entusiasmo de la coordinadora del museo, Teresa Díaz.


Estrella, la guía del museo, comenta que “los escultores tienen algo de artesanos, porque manipulan los materiales hasta convertirlos en lo que ellos quieren que sean”. Emilio combina tres materiales diferentes: granito, hierro y madera, los que le ofrecen más posibilidades.


Hasta el 21 de mayo cualquiera puede visitar en la calle de La Coruña, 18 esta muestra sin desperdicio, y palpar las obras para conocer con las manos las texturas y temperaturas de los distintos materiales. Porque, como dice el propio autor, “el observador es quien tiene la última palabra”.

Laura Conde


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