El justiciero enmascarado

Paseando por el barrio me encontré en la calle donde vivo con una curiosa estampa. Acompañado de un pequeño grupo de personas, amigos o vecinos, se encontraba un hombre disfrazado de luchador mexicano, con un llamativo traje de vivos colores y una máscara roja que le cubría por entero la cabeza. Este grupo, en una esquina de la calle, contemplaba sonriente y hacía comentarios mordaces sobre lo que había en la esquina de enfrente, seguramente obra del enmascarado. En un primer momento creí que se trataba de un extraño Belén, pero no era nada parecido. Apoyados contra el muro de una fachada, había dos altas y estrechas cajas de cartón que hacían las veces de ataúdes, y dentro de estos ataúdes, dos grotescas figuras humanas de rostros deformes y pelos de estropajo, hechas con tanto encanto como escaso arte. Sobre las figuras, unos carteles también de cartón rezaban: “Rajoy, mira dónde estoy por el desahucio”. Yo no había perdido una casa, pero me sentí por completo identificado. “En estos tiempos”, me dije, “muchos nos sentimos en verdad desahuciados”.


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