María Guerrero: “La música es un medio, no un fin; el fin es generar oportunidades”

Es la impulsora y presidenta de la Fundación Acción por la Música


Tratando de encontrarse a sí misma encontró ‘El Sistema’, un modelo que nació hace cerca de 50 años en América Latina mediante el que, a través de coros y orquestas, se articula un movimiento de transformación social. Así describe María Guerrero, la fundadora y presidenta de Acción por la Música, la eclosión que sintió al descubrir que estaba dispuesta a dedicar su vida y su tiempo por una propuesta de estas características. Casi una década después, el germen de ese sentimiento ha derivado en esta fundación, una iniciativa que desde el distrito de Tetuán trabaja por convertirse en un proyecto profundamente social y humano, que dé cabida a todas las personas y genere espacios de participación, mientras hacen música al máximo nivel.

Uno de sus lemas es que cambian la vida de las personas poniendo un instrumento en sus manos. ¿Cómo lo hacen?

Ofrecemos de manera gratuita y voluntaria la oportunidad de participar en nuestras orquestas, coros o agrupaciones de percusión, que se insertan generalmente en comunidades educativas, donde hemos observado que existen características que merecen nuestra atención, y donde hay una especial complejidad socioeconómica. Nos hemos dado cuenta de que aspirar a cambiar la vida de una persona es muy ambicioso y más aún si no hablamos de una, sino de muchas. Pero es cierto que podemos aspirar a ser claves en el tiempo libre de un niño y de un adolescente.

Nosotros llegamos a ocupar el 30 % o más de su tiempo libre. De esta manera, nos aseguramos de que mientras están con nosotros tienen una menor exposición a actividades de riesgo. Ese es el primer resultado. Luego, gracias a nuestra manera de trabajar, los niños y las niñas empiezan a aprender cuál es la manera más sana de vivir en sociedad. Tienen que estar permanentemente escuchando al otro y buscando su espacio y, cuando lo consiguen, experimentan la armonía, que es lo más parecido a experimentar la fraternidad humana. Otra de las características de la música es que trabaja directamente con las emociones. Cuando los niños tocan el instrumento empiezan a ampliar el rango de emociones que son capaces de soportar, de forma que para muchos de ellos su instrumento se ha convertido en un espacio de desahogo y esto es muy importante, porque la fortaleza emocional es una de las claves que hacen que una persona pueda superarse en la vida.

¿Cómo se organizan para alcanzar este fin?

Tenemos un banco de instrumentos donde se pueden hacer donativos, tanto económicos como en especie. Hay muchas personas que tienen instrumentos que ya no tocan, así como instrumentos que están en las casas muertos de risa, porque los niños crecen y ya no les sirven. Por otra parte, están los profesores de música a los que llamamos maestros agentes de cambio porque más que profesores son agentes de transformación social. Son músicos profesionales y pedagogos, pero no son voluntarios, sino que desde el primer día están en nómina, porque son la clave de todo lo que hacemos.

Junto a ellos, en nuestro equipo también hay profesionales de la intervención social que ayudan a acompañar el proceso, de manera que estamos muy cerca de cada uno de los chavales para observar qué es lo que necesitan. Entendemos que la música es un medio, pero no es un fin; el fin es generar oportunidades para que todos puedan participar socialmente de una manera plena. También estamos observando que tienen un mejor rendimiento académico, porque desarrollamos su capacidad de concentración y de estudio. Ni el mejor músico de todos los tiempos puede tocar una partitura que no se ha estudiado. Ellos aprenden que para cualquier cosa que quieran hacer en la vida deben esforzarse, prepararse y estudiar.

¿Cuál es el ámbito de actuación de Acción por la Música?

El centro neurálgico y de toda la actividad que desarrollamos está en Tetuán y, de hecho, su modelo es el que nos gustaría ir replicando en otros distritos. Es un planteamiento de cambio sistémico, en el que nos parece que la unidad de partida de trabajo tiene que ser el distrito, y no solamente un colegio aislado. De esta forma, estamos interviniendo en distintos centros educativos, pero también generamos un espacio abierto en el Centro Cultural Eduardo Úrculo y en la Parroquia de San Ignacio de Loyola. Así conseguimos que los niños y las niñas empiecen a involucrarse en la vida del barrio y no solamente en su centro educativo, lo que genera unas redes de participación muy interesantes.

¿Cuántas personas forman parte de las actividades que se desarrollan en Tetuán?

Hay unas 250 personas repartidas entre las cuatro orquestas, un ensamble de percusión y el coro Amar, integrado por adultos. Siempre tenemos abiertas inscripciones y desde aquí animo a que la gente se apunte en nuestro correo electrónico: inscripciones@fasm.es. No es necesario saber tocar ni tener un instrumento, lo único que hay que tener es ganas.

¿Cuáles son los próximos conciertos que tienen organizados?

Tenemos dos grandes momentos que anunciar. El 25 de junio celebraremos nuestro concierto de fin de curso en Tetuán y el 14 de julio vamos a dar un concierto en el Auditorio Nacional. Para este, además de algunos de los chavales del distrito, vendrán hasta 140 jóvenes de distintos programas sociomusicales de toda Europa. Gracias a lo que hemos sido capaces de poner en pie, nos hemos convertido en una referencia para el resto del continente. A nivel europeo también se busca hacer lo mismo que ya estamos haciendo en Tetuán: generar un espacio de participación para la infancia y la juventud, que pueda transformar nuestra mirada y ayudarnos a ver que juntos podemos conseguir grandes cosas.


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